¿Me sigues?

14 mayo, 2011

¿Quieres volar conmigo?

Estábamos caminando, el uno junto al otro. Cada dos o tres segundos, nos mirábamos y sonreíamos. Un par de besitos tímidos, como si nunca nos hubiéramos besado. Bueno, la verdad que no. Nunca nos habíamos besado de esa forma. Era algo apasionante, ver cómo el miedo va dejando lugar a la alegría y ya mis lágrimas no salen, cómo la sonrisa que tenía en mi cara, no era fingida, era completamente verdadera.
¡Cómo pude ser tan tonta! Tenía delante de mí a mi verdadera felicidad y NO me daba cuenta. Soy idiota, y lo sé. Pero una idiota, enamorada.
Poco a poco se iba haciendo de noche, y el Sol dijo adiós desde el horizonte.
Estábamos sentados en un banco, que pasaría a ser nuestro banco, para siempre.
- ¿Escribimos nuestros nombres en el banco?
+ Por favor, ya tienes cierta edad ¿no? ¿Qué haces haciendo cosas de niñas? - dijo riéndose.
- ¡Oye! Yo nunca he dejado de ser niña, siempre he sido infantil, y sé que eso te gusta.
+ Bueno, vale. Pon los nombres, Wendy - dijo con un tono de burla que me hizo explotar de la risa.
Y ahí estaba grabado con permanente negro. Nuestros nombres y esa preciada fecha.
Puse las piernas encima de las suyas y le miré a los ojos. De repente se me ocurrió una idea.
- ¡¡Vamos!! - dije levantándome y corriendo.
Él hizo lo mismo, aunque un tanto extrañado por mi repentina ilusión.
Lo conduje hasta la plaza donde nos conocimos, dónde al lado de aquella fuente, había un pequeño llano con hierba. Me acosté allí y lo invité a que hiciera lo mismo.
+ ¿Qué estás haciendo?
- Shh... Cállate. Sólo mira el cielo y dime que ves.
+ Veo... Veo estrellas.
- ¿Nada más?
+ ¿Qué quieres que vea si es de noche?
- Aquella estrella, ¿la ves?
+ Sí, claro, por el momento no estoy ciego - dijo con tono burlón.
- Tonto. Esa estrella, la que está a la derecha de la Luna, desde pequeñita siempre me ha gustado, aunque en verdad, no es una estrella. Es un planeta, y su brillo es el primero que sale cuando cae la noche.
Allí pasaron horas, hablando y disfrutando del precioso cielo que hacía esa noche.
+ Cariño. Prométeme lo que estoy pensando.
- Te lo prometo.
+ Vale, pues entonces... Creo que tendré que irme.
- ¿¡Por qué!?
+ Porque he de preparar nuestro viaje, hasta el amanecer no podemos parar.
- ¿Cómo?
+ Sí, nos iremos tú y yo al País de Nunca Jamás. Tú siempre has sido una niña y yo no quiero envejecer. Estaremos juntos siempre.
- Jajajaja, ¡qué tontito eres!
+ Lo prometido es deuda.
- Sí, niño. Lo prometido es deuda.
+ Tenemos una vida por delante para volar juntos.
- ¿De verdad quieres volar conmigo?
+ Quiero volar, nadar, correr... Me da igual, mientras sea contigo.
- Eres un cielo.
+ Te amo.
Entonces, me abalancé a sus brazos y los besos y las caricias hablaron por sí solos.
No había nada más que decir.
Él y yo.
Peter Pan y Wendy; y la segunda estrella a la derecha.

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