¿Me sigues?

13 noviembre, 2012

Así aprendí a valorar lo que tuve.


"Otra vez vuelve a sonar el despertador, mira hacia el lado y veo que no hay nadie. Otra vez. Tenía la esperanza de que hoy hubiera alguien interesante a mi lado, y sobre todo esperaba acordarme de qué hice anoche, pero veo que hoy tampoco tengo suerte. Debería de plantearme dejar de beber tanto, ya casi me he acostumbrado a tener resaca y no distingo cuando estoy resacada y cuando no. Ya tengo una edad, ¿no? Una edad para sentar la cabeza y para dejar de comportarme como una adolescente... Bah, ¿pero qué estoy diciendo? El tequila de anoche me sentó muy mal... Aunque pensándolo bien... Bueno, no". Me desperecé sentada en el borde de la cama y me levanté, me puse un abrigo y fui a preparar el desayuno. Hoy tengo ganas de tostadas con mermelada y una taza de chocolate caliente, total, después lo quemaré en spinning. Eso me recuerda que tengo que llamar a Katia para ver si va a venir conmigo o se  tiene que quedar con los niños... Niños, ya tiene una hija y un hijo... ¡Cómo pasa el tiempo, y cómo cuajó esa historia que un día empezó en la discoteca!
Qué envidia le tengo... Ella ahora mismo no tiene que volverse loca para buscar novio y tiene la vida solucionada: tiene un marido que la adora, dos hijos que la quieren con locura, un trabajo fijo con un sueldo envidiable. Joder, ¡qué suerte tienen algunas!
Aunque pensándolo bien, yo podría haber estado igual si no hubiera sido tan gilipollas. Daniel era perfecto... Detallista, romántico, simpático, gracioso, fiel, sincero... Y lo mejor de todo, me quería aunque yo le fuera infiel, me entendía y era comprensivo conmigo. Hasta que se cansó... Se fue un día a trabajar y nunca más volvió. Me lo advirtió, me advirtió que un día se cansaría de no verme a su lado al despertar y se fue, como me dijo en su momento. Fui tonta, muy tonta. Lo amaba, tanto que me dolía pero no me di cuenta. No sé cómo pude estar tan ciega... Ojalá pudiera volver atrás y hacer que todo fuera diferente, ahora mismo estaría felizmente casada o por lo menos, estaría viviendo con él. Quién sabe si habríamos tenido hijos... Me gustaría haber tenido la parejita, el niño se llamaría como el padre, Daniel, y la chica Keyla...
¿¡Pero qué hago pensando en esto!? Dios, estoy desvariando, anoche seguro que bebí garrafón, será mejor que llama a Katia y me largue ya a spinning, voy a llegar tarde y a mi querido entrenar no creo que le haga gracia que llegue tarde, ¡lo tengo loquito, jajaja!
- Katia, ¿te vienes a mover estos culitos? - dije cuando me contestó al telefóno.
+ Buf, no puedo, Daf. Tengo que quedarme con los niños, hoy Kevin trabaja hasta la noche y no puedo dejarlos solos.
- Joder, tía, eres una aguafiestas. Anoche te fuiste a las diez y media, estás perdiendo facultades, ¿eh?
+ Eso es lo que deberías hacer tú, que te vas a quedar tonta de tanto tequila, jaja. Anda, suda el doble por mí, que yo tengo suficiente lío con estos trastos.
- Vale, mamá. Después te llamo ¡¡y te cuento si me tiré al profe!!
+ No cambias, ¿eh? jajaja llámame, putona.
Ahí se acabó la conversación. "Putona", qué bonito apodo para que te llame tu mejor amiga. Cómo la quiero y la odio al momento, aunque no sería nada sin ella.
Cogí el coche y llegué al gimnasio. Nada más llegar pude divisar de lejos a Mario, mi profesor, y estaba hablando con un chico moreno, de piel canela, con los ojos claros... Espera. Ese es... ¡DANIEL!
Corrí desesperada para poder hablar con él y con las prisas tropecé en el bordillo de la acera de la entrada del gimnasio, en tres segundos perdí toda la poco dignidad que me quedaba ante Daniel, ya que se dio cuenta de mi pequeño percance. Vino hacia mí, me dio la mano y me ayudó a levantar.
+ Hola, Daf. Veo que no has cambiado, ¿eh?
- Eh... Ho... Hola, Daniel. Veo que tú tampoco, sigues igual de...
+ ¿Igual de guapo? No empieces ya...
- Vale. ¿Qué tal todo?
+ Bien, la verdad que bastante bien. Me han ascendido en el trabajo, soy jefe de mi sección; y estoy viviendo con una amiga cerca de aquí, del centro.
- Ah... Vale. Me alegro -. Dije mientras intenté que no se me notara la cara de celosa empedernida.
+ ¿Y tú qué tal?
- Bien. Me han echado del trabajo, pero tengo una tienda propia. Hago la ropa y la doy a vender, la verdad es que estoy vendiendo bastante ropa.
+ ¿Y no estás con nadie?
- No. Sabes que conmigo no va eso, jaja.
+ Ya. Ya lo sé.
Se formó un silencio incómodo y cuando por fin, se decidió hablar fue para decirme:
+ Pues nada, me voy que Ana me está esperando en el coche. Espero que todo te vaya muy bien. A ver si nos vemos un día para tomar algo.
- A... Adiós... - dije mientras se alejaba corriendo. Había empezado a llover. Se metió dentro del coche y se puso el cinturón. El coche arrancó y se alejó por la carretera. En ese coche se había marchado la única forma de que yo volviera a ser feliz, la única razón por la que seguía saliendo todos los fines de semana a la misma discoteca... Es él esa razón. Daniel, mi ex-novio. El amor de mi vida, ese que dejé escapar... por gilipollas."

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