Otro día más acostada en el sillón, viendo telenovelas y películas
románticas de estas que en los primeros cinco minutos ya estás llorando;
y comiendo helado de chocolate con nata y fresas mientras lloro por la
mierda de vida que llevo.
Pienso tanto en él, en que fui una
zorra, una idiota que dejó escapar a lo que más quería en este mundo y
por eso me maldigo mil veces o dos mil, no sé... Cada dos minutos lo
hago unas veinte veces, ya sacaré cuentas. Me entretengo mirando esas
fotos de esos primeros dos meses juntos, abrazándonos, con dedicatorias
por detrás que acababan en un <<Te prometo que seré todo lo que tú
quieras que sea, te amo>>. Soy gilipollas.
Derepente, suena el teléfono.
Corro hasta la cocina y miro el número para ver si me suena. No, no me suena de nada, pero da igual.
- ¿Quién es?
+ Hola.
- Emm... Hola... Por qué... Em... ¿Qué?
+ Sé que no esperabas que te llamara.
- No, la verdad que no... ¿Qué quieres decirme? ¿Me vas a decir lo mismo que todo el mundo?
+ ¿Cómo? ¿De qué me hablas?
-
Que soy una gilipollas, una puñetera inconformista, que he dejado
escapar al mejor chico que he conocido y a la única persona que ha
soportado mis impertinencias desde que nos conocemos y encima sin
rechistar. Que soy una orgullosa por decirte que no lo sentía, cuando en
verdad tenía ganas de echarme a llorar, que soy una zorra por
utilizarte sólo por el placer, pero no era así ¿vale? Yo te quería y te
quiero, pero tenía miedo.
+ ¿Miedo? ¿De qué?
- De que fueras igual que todos.
+ ¿Por qué lo dices?
-
Desde que tengo dieciséis años llevo saliendo con chicos que como mucho
me han durado seis meses y ya tengo veintitrés. Que después de
conseguir el primer polvo me han dicho <<¡Hasta luego,
Lucas!>>, que me han hecho mucho daño y después han ido fardando
de ser los putos amos cuando no son ni la millonésima parte de nadie.
+ A las seis y media en el parque, delante de la fuente, no me falles como la última vez. Te quiero. - y colgó.
- Y yo... - dije mirando el teléfono.
Corrí a ducharme, peinarme, vestirme y maquillarme. ¡¡Tenía unas pintas tremendamente horribles!!
Me
puse ese conjunto que tanto le gustaba: Mi camiseta de palabra de honor
blanca ajustada con mi minifalda roja y esos tacones rojos de
escándalo. Casi no me pinté, fui sencillita, como a él le gustaba. Me
dejé el pelo suelto, me planché el flequillo y me puse una diadema
blanca con un lacito rojo. Si este conjunto lo enamoró una vez, puede
hacerlo dos veces.
Llegué a al lugar citado a las siete menos cuarto, y me sorprendió no verlo allí.
Dieron las siete, las siete y media, y las ocho y no aparecía. Cuando estaba a punto de irme, apareció él corriendo hacia mí.
+ Lo siento. Cuando iba a salir del trabajo, mi jefe me encomendó unas tareas. De verdad, lo siento muchísimo.
- No pasa nada...
+ Por cierto, estás guapísima.
- Gracias -. Una pequeña sonrisa iluminó mi cara.
+ Bueno, ¿vamos a tomar un café?
- Vale... Pero invitas tú ¿eh?
+ Cómo siempre.
Fuimos
caminando hasta la cafetería de la esquina, dónde nos habíamos conocido
hace 2 años. Yo trabajaba de camarera y le tiré un café encima.
Pobrecito.
+ Ahora que estamos aquí quiero que me digas que no me
quieres, que me odias, que sólo fui una forma de pasar el rato y que no
me quiere volver a ver en tu cama ni una noche más.
- ¿¡Cómo!?
+ Sí, quiero que me lo digas, pero mirándome a los ojos.
- No te quiero, fuiste una forma de pasar el rato y no quiero volverte a ver en mi cama ni una noche más.
+ Vale. Después de esto, te dejaré en paz. Quería que me lo dijeras estando cuerda, no borracha como el otro día.
- Espera, no me has dejado terminar de hablar.
+ Dime.
-
No te quiero, te amo. Fuiste una forma de pasar el rato ANTES, ahora
eres todo lo que quiero. Y no quiero volverte a ver en mi cama ni una
noche más, quiero verte las veinticuatro horas conmigo. En mi cama, en
la cocina, en el salón. Me da igual, mientras estés conmigo.
+ Dicho esto, creo que sólo me queda una cosa que decirte.
- Vale, soy toda oídos.
+
Te has comportado como una zorra, me has utilizado cuando y como has
querido, me has humillado delante de todo el mundo y me has hecho llorar
dos años completos gracias a tus tonterías, ¿y todavía esperas que te
crea?
- Hombre diciéndolo así... Pero sí, espero que me creas.
+ Pues ¿sabes qué? Llámame idiota.
- Idiota.
+
Déjame hablar - dijo entre risas - Llámame idiota, pero aunque no te lo
merezcas, sé que me dices la verdad y quiero pedirte una cosa.
- Pídeme lo que quieras.
+ ¿Quieres casarte conmigo?
- ................ - no tenía palabras.
Lo único que se me ocurrió fue mirarle, besarle y decirle:
- Vámos a mi casa. Allí tendrás las respuestas a todas tus dudas.
+ Suena bien, pero espera. La prueba de fuego. ¿Qué me tienes que decir?
- TE QUIERO.
+ Muy bien. Yo también, cariño - y me besó tiernamente mientras salíamos de la cafetería cogidos de la mano y riéndonos.
- Que sepas, que éste es el primer día, del resto de nuestras vidas.
+ Ojalá, princesa.
- Te lo prometo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario